lunes, 26 de agosto de 2013

Day 26 — The last person you made a pinky promise to

Una noche estaba chateando con mi amigo Juan y hablábamos de las cosas que quisiéramos hacer, lugares que nos encantaría visitar y aquellos que ya conocemos pero a los que queremos volver. Me preguntaba sobre España, sobre mi vida en Madrid y las visitas a Barcelona. Si ustedes me leen con cierta regularidad, sabrán lo que siento por esa ciudad y las ganas que tengo de algún día vivir allá.

Le contaba a Juan cómo es la ciudad, las cosas que hay para ver y hacer, cómo es la gente, el clima, las calles... La magia.



Creo que con lo poco que le conté pudo hacerse una buena idea de lo que es Barcelona, o al menos de cómo la veo yo, y le encantó. Empezamos a fantasear un poco con un ficticio viaje a Catalunya. Viviríamos de lo que le dejen por tocar su guitarra en La Rambla mientras yo buscaba trabajo en alguna fundación aprovechando el pasaporte italiano que todavía no tengo. 

Le prometí a Juan que si algún día llegábamos a ir a Barcelona, lo iba a pasear por toda la ciudad para que conociera todos mis rincones favoritos. Lo llevaría a desayunar un domingo a la Champañería con la promesa de que saldría de ahí borracho antes de las 11 de la mañana. Iríamos de picnic a la playa y luego subiríamos hasta el Tibidabo para admirar la casa de Gaudí desde lo alto. Iríamos al cine al aire libre en Montjüic. Nos tomaríamos fotos absurdas en la azotea de La Pedrera y haríamos el tour trimardito de 7 bares al que me llevaron Marco Tulio y Miguel cuando fui por primera vez para cerrar la noche comiendo un kebab o un durum en el huequito ese que queda en una callecita que corta La Rambla.

Algún día haremos todas estas cosas, my friend. Te lo prometo.

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