jueves, 13 de enero de 2011

Cuántos "Adiós" antes de Despedirme?



El domingo pasado comenzó como cualquier otro. Yo con esa maña de despertarme temprano los domingos aun después de una noche de copas en El Hatillo con una buena amiga. A las 7 ya estaba despierta y cogí el teléfono para leer los trinos de todas las personas que sigo en twitter.  Lo normal. Lo que para los venezolanos, tristemente, se ha convertido en normal. Nos hemos acostumbrado a leer cientos de noticias sobre asaltos, secuestros y asesinatos sin inmutarnos, o como mucho, reaccionando con un "otro fin de semana, otros 50 muertos". Esto es de lo más lamentable que he tenido que escribir, y lamentablemente no deja de ser nuestro pan de cada día.

Ya unos días atrás a una amiga la habían interceptado llegando a su casa, 3 tipos armados, en senda camioneta, uno de ellos con una gorra de algún cuerpo policial. Pistolas en mano y apuntándola, la despojaron de su cartera, de su teléfono y por segunda vez en un año, de su carro. Al amigo de otra amiga lo secuestraron dos días después y a otros dos amigos les robaron sus teléfonos (hechos separados). Normal, lo habitual. Todas las semanas nos enteramos de que a algún conocido nuestro - o de un conocido en común - lo visita el hampa.

El caso es que el domingo, entre tweet y tweet de borracho trasnochado, me encuentro con esta noticia: "Asesinaron a un estudiante de Medicina y a un abogado". Otro fin de semana sangriento, de guerra en Caracas... otra persona que deja atrás a familiares y amigos antes de tiempo. La noticia me dejó en shock, me pareció insólita. Pero ese sentimiento no fue nada comparado con la rabia, impotencia y dolor que sentí después, cuando leí de nuevo el nombre del estudiante asesinado: Carlos Alejandro Blanco Suárez. Lo conocía, desde chico. Formaba parte de ese grupo que me recibió cuando volví a los Scouts de La Salle a dirigir al Clan. Era uno de mis muchachos. Y era un buen muchacho. Tenía 22 años y  toda su vida por delante. De los muchachos, quizás el más reservado y tímido si se quiere, pero siempre considerado, respetuoso, colaborador, amable y con una calidad humana de la que en muchos momentos algunos carecemos. Carlos no será olvidado fácilmente, aun a pesar de que su muerte quede impune. 

No puedo evitar sentirme moralmente derrotada en un país ta hermoso y tan horrible a la vez. Me entristece que cada vez me lo pienso menos a la hora de decidir si irme o quedarme. No es justo siquiera que tenga que considerarlo, pero lo pienso, y lo único que se interpone entre "escapar" o no, es un tema meramente económico. Me entristece, me enoja, me hace renegar... me frustra.

Fácilmente estoy pasando del "me quedo a trabajar por mi país" al "me voy pal carajo" sin mirar atrás porque cada vez tengo más dudas de que valga la pena quedarse y luchar para intentar (sobre)vivir, porque cada vez más me consume la paranoia, porque no quiero volver a leer una noticia como la del domingo para enterarme que otro de mis amigos ha muerto a manos del hampa, o porque, Dios no quiera, en otra ocasión podría tocarme a mí. No es manera de vivir. No vale la pena, no tiene sentido y ya lo he dicho: NO ES JUSTO. 


Misión Cumplida Carlitos. 

sábado, 8 de enero de 2011

¡Feliz Aniversario, Coagulín!

Así se veía mi cerebro antes de la operación. Esa mancha negra a la 
izquierda fue lo que me sacaron de mi cabecita.

Hoy se cumple un año desde que me abrieron la cabeza para extirparme un cavernoma con una masa de 4 cms de diametro del derebro. Un cavernoma que unos meses antes me había producido una hemorragia cerebral que tranquilamente pudo haberme llevado al otro lado. Por suerte, no fue así. Diez día de recuperación en un hospital madrileño y unos días de reposo después fueron suficientes para volver con todo (salvo una buena visión) a mi rutina.

Dos meses después mi vista había mejorado, pues dado que el cavernoma (y por ende, la hemorragia) fueron muy cerca de donde se encuentra el nervio óptico, lo que me hacía ver manchas y puntitos de colores. Bastante molesto.

Finalmente llegó la fecha de la operación, y extrañamente, aun con todos los riesgos y advertencias, yo me sentía tranquila. Demasiado para ser normal. Creo que mis amigos nunca llegaron a entenderlo, porque lo "normal" sería estar más asustada, más angustiada, y no sentir esta extraña calma.

La verdad es que si estaba asustada. Me habían explicado que podria perder parcial o totalmente la vista, que con la operación se podría afectar mi memoria y bueno, los riesgos habituales de la anestesia (como que si se les va la mano, no despierte pues). Tuve dos ataque de angustia en diciembre que sólo vio el que para entonces era mi novio, pero el resto del mundo no se enteró del terror que sentía.

Me operaron un viernes. La operación tardó unas 7 horas, y durante los primeros 3 días siguientes me dolía hasta la uña del dedo meñique del pie. Unas jaquecas terribles, sin poder ver sino un manchón de colores que me nublaba la vista de tal forma que prefería no tener que abrir los ojos. Me daba náuseas ver así. Ya el domingo empezaron a quitarme cuanto tubo y manguera tenía conectados al cuerpo (me sentía Robocop!), y con eso, los dolores y molestias comenzaron a disminuír de a poco.

Un año después sigo sintiendo un poco de molestias en la vista, sobretodo del lado izquierdo. Ya no es un manchón, pero si algunas chispitas las que veo. Ya no tengop esa insensibilidad en el cráneo pero a veces me duele un poco la cicatriz. El pelo va creciendo y ya tiene sentido que tenga un peine para arreglarlo... y ganchitos y cintillos y otras coqueterías de niña.

Algo que me ayudó muchísimo en la recuperación fue poder contar con el apoyo y la buena vibra de tanta gente allá en Madrid. Estando lejos de casa, me sentí más en casa que nunca con tanta gente querida alrededor. A ellos les digo: Gracias... eternamente gracias! Y gracias también porque todo salió bien y no pasó de ser un gran susto.


No me queda más que decir que ¡Salud!

Y así me veía yo unos días despues, aun en el hospital