jueves, 27 de mayo de 2010

Conflictos Armados, Desastres Naturales y Ayuda Humanitaria (II)

(Advierto de antemano que este post será un poco más teórico y técnico que los anteriores. Aquí les dejo una adaptación de un ensayo que escribí en julio de 2008, cuyos puntos considero que debemos tomar en cuenta a la hora de enfrentar y minimizar víctimas y daños)

En los últimos años, y sobretodo en los últimos meses, hemos sido testigos de  cómo nuestro planeta se ha estado manifestando a través de terremotos, inundaciones, erupciones volcánicas, tifones, huracanes, sequías... por mencionar las catástrofes naturales más comunes. Estas catástrofes pueden o no desencadenar en desastres o crisis de mayor o menor gravedad dependiendo del grado de vulnerabilidad y de las capacidades de los afectados.

Eso explicaría por qué el terremoto en Haití, aun cuando de menor magnitud, fue muchísimo más devastador y causó más víctimas que el de Chile. El terremoto de Haití tuvo una magnitud de 7 grados en la escala de Richter, causando entre 150.000 y 200.000 víctimas mortales y unos 250.000 heridos y destruyendo prácticamente en su totalidad a la ciudad de Puerto Príncipe. Mientras tanto, el terremoto de Chile, ocurrido apenas mes y medio después, tuvo una magnitud de 8,8 grados, una duración de casi 3 minutos y afectó fuertemente  regiones en las que  habita el 80% de la población chilena. Aun así, el número de víctimas mortales fue apenas una fracción respecto al de Haití: No llegó a 800.

Esta tremenda diferencia viene determinada por el nivel de vulnerabilidad de la población afectada, si entendemos por vulnerabilidad el ivel de riesgo que afronta un individuo, una familia o un grupo de personas a perder sus vidas, sus bienes, propiedades y su sistema de sustento ante una posible catástrofe natural (Karlos Pérez de Armiño). Como contraparte, tenemos las capacidades de las personas para afrontar las crisis. 

En otras palabras: las amenazas o las catástrofes naturales por sí solas no son desastres, sino factores que pueden incidir para que se produzcan los desastres, y la magnitud de del desastre y sus consecuencias van a depender del nivel de vulnerabilidad de la población. Otro punto importante a destacar: las causas y consecuencias de los llamados desastres naturales, no se pueden dejar de relacionar con los modelos de desarrollo que se expresan en los proyectos sociopolíticos que llevan a vías de hecho dichos modelos.

Existe una serie de factores que hacen que ciertas poblaciones sean más vulnerables antes una situación de desastre que otras. Muchos de estos factores están relacionados con la pobreza, el desarrollo (o la falta de desarrollo), la cultura, infraestructura. Estos factores son la principal causal de desastres en América Latina. Vemos como en nuestros países existe una menor capacidad para obtener viviendas con una infraestructura adecuada para resistir sismos o depresiones tropicales, por ejemplo; o gran parte de la población vive a lo largo de las costas donde los huracanes y tormentas tropicales golpean con más fuerza, en viviendas o construcciones que no cumplen con requerimientos mínimos de seguridad o construidas en suelos inestables susceptibles de deslizamientos, por mencionar sólo algunos ejemplos de cómo los factores de riesgo se traducen en hechos. Indudablemente, que el patrón de desarrollo seguido por la mayoría de los países latinoamericanos, con altos grados de pobreza, exclusión socioeconómica y deterioro del ambiente, es un factor determinante de por qué la vulnerabilidad frente a los fenómenos naturales es tan elevada en los países de América Latina y el Caribe.

Todos recordamos la Tragedia de Vargas de hace +10 años. Las fuertes lluvias caídas durante las primeras dos semanas de diciembre de 1999 causaron una saturación de los suelos por la cantidad de agua, esto a su vez generó que el caudal de agua bajara por pendientes de más de 30 grados trayendo consigo deslizamientos de tierra y la capa vegetal de las montañas. Pero esto por sí solo no es lo que desató la tragedia. Por sí es tan sólo un fenómeno natural en el que el número de víctimas pudo ser mínimo. Pero sabemos que no fue así. Al sol de hoy aun no se sabe con certeza cuántas personas murieron, pero se calcula que entre unas 30 y 50 mil.

Sí, se trató de un fenómeno natural muy complejo, agravado por la ocupación irracional del espacio geográfico. se desviaron y obstruyeron los cauces de los ríos y quebradas y se ocuparon conos de deyección activos (que aún están en plena formación), se construyeron casas, grandes edificios y muros en sitios por donde naturalmente debían pasar las crecidas; muchos cauces se convirtieron en depósitos de basura. Para variar, los sectores de la población más gravemente afectados fueron precisamente aquellos que presentaban mayores factores de vulnerabilidad, aquellos con menor capacidad para hacer frente a estos fenómenos naturales de los cuales fueron víctimas. Podemos ver la amplia relación que existe entre la magnitud y las consecuencias (en cuanto al número de víctimas, daños materiales, etc.) de un desastre y la acción del hombre como condicionante o incluso “creador” de su propia vulnerabilidad.

Sin embargo, el propio hecho de que el factor humano sea causal tan determinante de los desastres, implica que no siempre una catástrofe o un fenómeno natural deben terminar en desastres, o por lo menos, no con tan graves consecuencias.

¿Qué debemos hacer (idealmente)? Si se adoptan políticas de prevención adecuada y efectiva, si los Gobiernos nacionales, estadales y locales unen esfuerzos para crear políticas de ordenamiento territorial, organización comunitaria, campañas de educación a la población más vulnerable, si si los gobiernos, donantes y agencias de desarrollo integran sistemas de reducción de riesgos ante los desastres, en sus proyectos de desarrollo, el nivel de vulnerabilidad de las poblaciones se vería reducido. Lo ideal sería la prevención, en lugar de la reacción, que las comunidades estén en capacidad de entender cuales son los riesgos que puedan potencialmente afectarles para prepararse adecuadamente.

Por otro lado, las infraestructuras deben reforzarse de acuerdo con las condiciones climáticas que afectan la localidad y los peligros que afronta. Pensemos en Caracas, que sabemos es una ciudad altamente sísmica. Realmente las edificaciones cumplen con las regulaciones anti-sísmicas en su construcción? Se ha tomado en cuenta la planificación geográfica y urbanística a la hora de construir? Cuántas casas no hemos visto derrumbarse barranco abajo en zonas como Alto Prado o Santa Inés por no tomar en cuenta las características del terreno donde se encuentran? En cualquier momento nos puede caer encima una catástrofe natural. El que se convierta en un desastre de gran magnitud depende de qué tan preparados estamos para prevenir sus consecuencias y enfrentarnos a los daños.

2 comentarios:

  1. Reconozco, con algo de vergüenza, que no terminé el artículo completo. Principalmente porque estoy cocinando y no quiero que se me queme.

    Pero está excelente, muy concreto y lo terminaré después.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Uri! Espero que pronto puedas terminarlo. Ahora estoy comenzando a escribir sobre la labor de los trabajadores humanitarios y como pueden influir de manera positiva o negativa en zonas de desastre/conflicto. A ver como termina!

    Un abrazo

    ResponderEliminar