miércoles, 9 de junio de 2010

Conflictos Armados, Desastres Naturales y Ayuda Humanitaria (III)







Visitando familias refugiadas en El Amparo


Esta es la tercera entrega de lo que forma parte de tan sólo una pequeña introducción para un tema bastante complejo.  En esta ocasión les escribo sobre la importancia de la Ayuda Humanitaria en situaciones de conflictos internos y de desastres naturales y de cómo una mala gestión de dicha ayuda puede prolongar la situación de conflicto/emergencia.


   La Ayuda Humanitaria está dirigida a dar una respuesta inmediata a las crisis provocadas como consecuencia de desastres naturales o guerras. La mayoría de los conflicto y desastres pasan desapercibidos para el resto del mundo ya que o bien no alcanzan las noticias internacionales, o simplemente, con el paso del tiempo, son olvidados, un perfecto ejemplo de ello: Somalia, uno de los grandes conflictos olvidados desde hace ya casi 20 años.

La ayuda humanitaria está regulada por el Derecho Internacional Humanitario (DIH), que está contenido en los 4 tratados de Ginebra de 1949 y sus Protocolos adicionales. DIH es conocido también como el "Derecho de Guerras" y es vinculante para los gobiernos, los ejércitos participantes en el conflicto como por los distintos grupos armados de oposición o cualquier parte participante en el conflicto.

La Ayuda Humanitaria se define sobre la base de una serie de principios que se consolidaron después de la Primera y Segunda Guerras Mundiales. El precursor de estos principios ha sido el Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC) y son humanidad, neutralidad, imparcialidad, independencia y universalidad. 

La humanidad implica dar un trato respetuoso con la dignidad humana, apuntando a evitar o aliviar el sufrimiento consecuencia de los conflictos y/o los desastres naturales.

La neutralidad, que supone abstenerse de todo acto que pueda interpretarse como favorable a una de las partes implicadas o en detrimento de la otra. Esta neutralidad debe entenderse como ser neutral no hacia el sufrimiento, sino hacia las causas del mismo.

La imparcialidad implica que la ayuda humanitaria debe prestarse  a las víctimas en función de sus necesidades, sin que sean considerados criterios discriminatorios e función de raza, religión, sexo e ideología política.

La Independencia: las organizaciones humanitarias desempeñan sus funciones sobre la base de sus propias decisiones, al margen de condicionamientos políticos tanto en sus países de origen como en los que actúan. Este principio se se ve cuestionado en la práctica por diferentes factores: la necesidad de fondos públicos, la colaboración con los gobiernos u otros grupos de poder en los países receptores, o la influencia de los medios de comunicación y la necesidad de reclamar su atención (Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo, Hegoa).

Por último, la universalidad: cualquier víctima de un desastre natural o humano debe ser socorrida, independientemente de toda diferencia política, étnica o de otro tipo. Pero la aplicación de este principio resulta casi imposible, debido al aumento de la demanda de respuesta humanitaria, por lo que algunas crisis son atendidas, mientras otras quedan olvidadas.

Aun cumpliendo estos principios, los trabajadores humanitarios deben tener especial cuidado en no hacer daño (Do No Harm) con la Acción Humanitaria. Ahora tenemos un ejemplo muy vivo de como la ayuda, aun con la mejor de las intenciones, produce un daño en lugar de aliviar la situación de las víctimas. Me refiero específicamente a Haití. 

Evidentemente que no toda la ayuda que recibe Haití para afrontar la devastación producida por el terremoto en enero hace daño. Hacen falta muchísimas manos y muchísimo apoyo para reconstruir al país. Pero por otro lado, personas que no fueron afectadas directamente por el terremoto, sobretodo en el campo, sufren hoy una secuela secundaria. Los agricultores ven como los precios de sus productos se han desplomado debido a que la demanda ha bajado. Parece ilógico que en una situación de emergencia como esta disminuya la demanda de alimentos. Pues sí, disminuye. Pero no porque la gente deje de consumir, sino porque consumen las toneladas de alimentos que reciben -gratis- producto de las donaciones que hacemos.

No quiero decir con esto que no donemos comida, cobijas, pañales, ese no es el punto. El punto, y lo crucial, es gestionar de la mejor manera posible la ayuda humanitaria de manera que sirva para mitigar los efectos de un desastre, apoyar procesos de paz, asistir a las víctimas, en lugar de, sin querer hacerlo, prolongar el situación de emergencia o el conflicto, o apoyar a los "Señores de la Guerra" (Lords of War) que muchas veces se mantienen (por lo menos con más comodidad) precisamente gracias a la ayuda humanitaria destinada a las víctimas.

A quien le interese saber más sobre  cómo no hacer daño, les recomiendo leer Do No Harm - How Aid can Support Peace - or War-, de Mary B. Anderson.

De nuevo y como en el 1ro de esta serie de posts, me disculpo por lo técnico y tedioso que puede llegar a ser, aunque dejé muchísima información por fuera, pero la idea no era extenderme demasiado (creo que ahí no les cumplí). Si no soy muy odiada después de esto, escribiré sobre temas más específicos y de manera más concisa. 

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