jueves, 27 de diciembre de 2012

Sylvia Fine, o de cómo mi madre se obsesiona



Hace año y medio dejé Caracas para venir a buscarme la vida en Buenos Aires, pero ésta no ha sido la primera vez. De hecho, es la tercera vez que dejo la casa de mi madre en los últimos 7 años. Dos de ellas regresé, espero que ésta, la tercera, sea finalmente la vencida. Estoy segura que Madre también espera lo mismo. ¿Me lo ha dicho? No, pero claramente lo desea, tanto como yo.

La primera vez que dejé el nido fue apenas terminé la Universidad, para irme a trabajar a un pueblo olvidado por Dios, pero altamente transitado y querido por la guerrilla colombiana, mi extrañada Guasdualito. Al terminar mi contrato un año después, regresé a Caracas, y con la vuelta empezaron presiones que creí olvidadas.

Cada vez que alguna amiga anunciaba su compromiso o me llegaba alguna invitación a una boda, automáticamente resonaba, con la musiquita estresante de Globovisión de fondo, la voz de mi madre preguntando no muy alegremente «¿y tú para cuándo?». Lo que toda mujer de veintitantos y sin pretendientes quiere escuchar...

Pero ni aún cuando me fui a Madrid ni cuando me vine a Buenos Aires me logré liberarme de la presión maternal para encontrar marido. La despedida de Madre en Maiquetía en 2008 cuando me largué a estudiar un Master (del Universo) fue literalmente un «Hija, muchos éxitos, que disfrutes y aprendas mucho y que te consigas un marido español». Me gradué con un promedio alto, aprendí bastante en la vida y en lo académico y eso sí, disfruté y eché vaina que jode, pero más allá de un fling con un andaluz divino, y de unos meses de amor intenso con quien ahora es el ex que me dejó el peor despecho, no estuve ni cerca de conseguir al marido español... ni venezolano, ni argentino, ni italiano ni ná. 

El saludo de «Feliz Año» del años pasado - Ya instalada en Argentina- fue bastante parecido: que sea un año maravilloso bla bla bla, que tengas muchos éxitos bla bla, que logres todo lo que te propongas bla bla bla y que consigas novio. Respira hondo, cuenta hasta 10, o hasta 100. Responde con candor «Feliz año para ti también, mamá». 

Parece que las madres sienten que sus vidas se van a través de nosotras, que tenemos que casarnos y tener hijos para que ellas se sientan realizadas, o algo así. «Ay, pero mira a ese muchacho tan guapo, tan simpático... y es médico! Deberías empatarte con él, es un partidazo!». A veces ni siquiera dicen «empatarte», sino de una «casarte» y es ahí cuando ruego que la semilla de la fruta que sea que esté comiendo se me atore en la garganta y me lleve.

Aunque no puedo negar que la última de Madre fue en partes iguales ofensiva y divertida. Les cuento para que se lo gocen:

Un día mi señora madre decide llamarme desde Caracas, por celular, a Buenos Aires. «Hola hija, cómo estás? - Bien , tranqui, en casa... ¿tú? - No, no... ¿cómo estás? ¿Estás gorda, estás flaca...? - ... - Es que Gabs (mi primo) tiene un amigo que se fue a vivir a Buenos Aires y te lo quiere presentar y bueno, quería saber si estabas linda como para conocerlo, pues! - Ehm... Uhm... (todavía estoy incrédula). Y no sé, mamá, normal supongo. Habré engordado y rebajado y así voy, qué sé yo! - Ay hija, es que quiero saber si estás presentable - ... -». 

Pues aparentemente, si no estoy flaca, vestida de punta en blanco y con el pelo y las manos de peluquería todos los días, no seré capaz de conseguir marido por mi cuenta, o al menos, algo así entendí de esa conversación, no sé ustedes. Pero no terminó ahí, porque ahora es que viene lo realmente gracioso, cuando Madre me vuelve a llamar, dos días después:

«Hola hija, todo bien? - Sí, ma, todo bien. - Ay, sabes que Gabs hizo una cena ayer y tu tía me cuenta que le quedó buenísima y que el "Chupacabras" es divertidí... - EL WHAT??? - El Chupacabras. - Mamá, ¿quién o qué corno es el Chupacabras? - El amigo de Gabs que vive en Buenos Aires que te queremos presentar! - Hmmm...».  Entonces yo tengo que estar flaca, presentable linda bella y preciosa para El Chupacabras. Ok, vale.

Ojo, que además de esto, también deja mensajes, como quien no quiere la cosa, con mis amigas. Hace pocos meses una amiga de toda la vida se vino a estudiar a Argentina y el día que la vi me dijo «Amiga, tu mamá quiere nietos, me lo dijo el otro día». Bueno, tengo un hermano de 30 años, él podría colaborar un poquito con la causa y quitarme presión a mí, no? Eduardo, si estás leyendo esto, ya sabes qué hacer. Sé buen hermano y dale un nieto a tu madre.

En lo que a mí respecta, no me pienso estresar.