domingo, 4 de julio de 2010

Será que terminó la magia?

Era 1992 tendría 11 años en este mundo y un amigo me invitó a ver una obra de teatro estudiantil en el Colegio Champagnat. La obra se llamaba Hechizo y seguramente si la viéramos hoy pensaríamos que es lo más cursi de la historia. A mí en su momento me encantó y me marcó. Vamos, me enamoró. Andrea y Daniel, dos chamos de trece años que se habían encontrado ventana a ventana y aun teniendo ese enorme vacío entre ellos que se levantaba 6 y 7 pisos, formaron un lazo tan puro e inquebrantable que años después se mantenía tan vivo en el recuerdo como si se tratara de ayer. Andrea era una chica racional, centrada, cautelosa cuando de bajar la guardia y dejar a alguien entrar se trata. Daniel, un chico soñador, idealista, para quien nada en este mundo es imposible. Nunca supe con claridad con cual de los personajes me sentía más identificada, hasta que entendí que todos tenemos algo de ambos.

En ese momento me enamoré del teatro, y no me pelaba ni una obra de Skena ni de Enescena. Cada una de ellas me transportaba a un mundo completamente mágico, y por un momento, yo era parte de ese mundo, y cada uno de los personajes que veía formaba parte del mío. No habían imposibles y los finales siempre eran felices. Era más que perfecto.

Pero del sueño siempre se despierta, los hechizos se rompen y el mundo real existe. Ese final feliz no lo tiene toda historia. De hecho, de haberlo, sólo tendríamos una historia, no? Vamos viviendo, experimentando, queriendo, cayendo, odiando, amando, probando, rindiéndonos y levantándonos de nuevo. Y el ciclo se repite y se repite y se repite y se repite. Y con cada golpe, con cada caída nos vamos armando el muro más alto para que no cualquiera pueda saltarlo. Obvio, dependiendo de quien se trate.

Hace un par de días fui al teatro a ver un montaje de Skena después de haberme perdido tantos en los últimos años. Bromeo y Pirueta, "Una Comedia Circense en Tres Actos de Amor". Romeo y Julieta pues, pero cómica... y no en Verona sino en un circo y sin un final tan trágico como el que uno puede esperarse conociendo la historia original. Ah! y Julieta es muda. Sí, muda. Así que todo el cortejo y trabajo de enamoramiento le queda a Romeo... Bromeo... bueno, a él.

Muy romántico el muchacho, eso no se le quita. Pero tanto que era un poco forzado. Más que un poco, al punto que me pareció poco creíble. La historia de amor en sí, no me la creí. Tan rosa, tan linda, tan cuchi. Hay que considerar algo: es una obra hecha por adolescentes y para adolescentes. Y no me malentiendan, sí me gustó. No me mató, pero me gustó. Con seguridad si yo tuviese unos 10 o 12 años menos, si hubiese vivido menos y si no me hubiera estrellado tanto, sería otra historia. Con seguridad saldría de ese teatro enamorada, de la historia, de los personajes, de la vida. Pero por primera vez no salí del teatro con esa sensación de haber entrado en un mundo lleno de colores y magia. No ocurrió ese Hechizo.

No culpo a ningún aspecto de la obra de eso. Culpo a ese cinismo que voy adoptando goteadito con cada decepción, ese que me ha ido robando de a poco mi capacidad de soñar y de imaginarme historias ideales en las que soy protagonista. La última vez que eso pasó, me llevé el golpe de mi vida y la verdad, no estoy interesada en dejar la ventana abierta para que pase de nuevo. Me siento impedida de ver magia hasta donde es obvio. 

Gracias Ñame Head, hasta la magia del teatro me la has arruinado!

*Imágenes tomadas del arte de programas de las obras de Skena

No hay comentarios:

Publicar un comentario