lunes, 28 de septiembre de 2015

Queen + Adam Lambert en Buenos Aires: reinventarse para seguir deslumbrando



Febrero de 1981. Todavía a Argentina le quedaba vivir dos años más del horror de la dictadura militar que dejó a 30.000 desaparecidos. Aún así, medios internacionales viajaron al país astral para ser cubrir el inicio de la gira sudamericana de la que es quizás la banda más importante del rock mundial.

Con tres shows en Vélez, uno en Mar del Plata y uno en Rosario, Queen cambió para siempre el juego del rock en la región. En la primera presentación en el estadio José Amalfitani - rodeado de tanques- la banda tramaba junto a Maradona un intercambio de camisetas pre-Malvinas e incluso su aparición en el escenario.

Siete meses después, el Poliedro de Caracas fue testigo de lo que inicialmente serían cinco conciertos de los ingleses que se vieron limitados finalmente a tres debido al fallecimiento del ex Presidente Rómulo Betancourt el 28 de septiembre, con la consecuente suspensión de la función de ese día y del resto de la gira en el país.

Mis padres y mis tíos fueron al primero de los recitales en Caracas, y todavía hoy lo recuerdan como "el mejor concierto de sus vidas" y "una noche excepcional". Y ¿cómo no va a ser así tuvieron la oportunidad de ver a semejantes leyendas y de escuchar personalmente a uno de los mejores vocalistas de la historia del rock.

Más de treinta años después, fue a esta caraqueña la que se emocionó, brincó, gritó y hasta un poquito lloró al escuchar estos acordes y melodías tan familiares sonar en el estadio porteño de Gimnasia y Esgrima. No recuerdo cuándo fue la última vez, si es que acaso, que tuve tantas expectativas y que sentí tanta emoción por ver a una banda en vivo, pero vamos, aún sin Freddie Mercury -que es irremplazable- se trata de Queen.

Comenzó a sonar "One Vision" y el público estalló en euforia, y yo con él, mientras la marea de gente me separaba de mis amigos y yo gritaba a decibeles que sólo canes podrían descifrar: "Mariiiiicoooooooo, es QUEEEEEEEEN!".

Adam Lambert ya nos había dado una probada de cómo sonaría esta banda con él como vocalista en aquella final de American Idol que perdió -inmerecidamente- contra Kris Allen en 2009. Y definitivamente no decepcionó: No reemplazará nunca a Freddie, pero es el único que podría llenar sus zapatos. Es un showman nato y su voz es otro nivel.

La nota emotiva la puso Brian May, cuando cambió su guitarra Red Special por una acústica de doce cuerdas y comenzó a cantar "Love of my Life". Los 25.000 asistentes la coreamos como si se tratara de una especie de himno. Ya en este punto yo estaba lagrimeando. "Lagrimeando"... llorando a moco tendido cuando nos jugaron una mala pasada a los sensibles proyectando un video sincronizado de Freddie cantando el final del tema. Pásenme un kleenex, por favor.

Roger Taylor también nos deleitó al hacerse cargo como vocalista en "A kind of Magic" y debo decir con honestidad que no tenía idea de la estupenda voz que tiene. Fue una sorpresa más que agradable y bienvenida. Pero éste no fue el único momento mágico que nos regaló. Taylor se batió durísimo en un duelo de baterías con su hijo y percusionista de la banda, Rufus Tiger Taylor. Alucinante, por decir lo menos.

Lambert superó las expectativas. Taylor y May demostraron una vez más por qué Queen es Queen y por qué no se puede comparar con ninguna otra banda. Está por encima del resto. La humildad y entrega de Brian y Roger los hacen merecederos de cada ovación y muchas más.

Han pasado treinta y cuatro años desde aquella gira en el 81. Quizás por aquel entonces nadie podría imaginarse lo que para muchos significaría Queen hoy. Imagino al cronista de Rolling Stone que reseñó el primer recital en Vélez tratando de borrar aquellas líneas en las que decía que sonaban "musicalmente prosaicos" y "faltos de habilidad". Lo cierto es que son unos monstruos, y a menos que Freddie Mercury reviviera, dudo que llegue a presenciar un espectáculo semejante.

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