jueves, 24 de febrero de 2011

Generación Mochila



Esta es la carta que inscribí en el concurso Cartas de Amor de Mont Blanc. No ha sido preseleccionada (aún - tengo esperanzas en que el jurado sea coherente, porque sé que mi carta es buena), pero igual aquí les va.

Quiero darle las gracias a quienes aportaron con sus comentarios, porque eso me ayudó a ir mejorando la carta hasta llegar aquí. Ahí va:

Generación Mochila

La semana pasada tuve una entrevista importantísima para un trabajo. Esa que tanto esperaba. Esa para la que tanto me he estado preparando desde que decidí dedicarme a lo que quiero hacer. Esa a la que le tengo tanto miedo, porque, si me dan este trabajo, finalmente empezaría a vivir en el “mundo real”.

¡Ah! Me olvidé de un detalle importante: ¿te conté que el trabajo es en Damasco? Lo sé, es lejos, muy lejos y te admito que me asusta un poco la idea, y a la vez me entusiasma, me emociona. Se me arruga la panza, pero de una buena manera. No sé lo que me espera esta vez. No sé qué esperar, ni con qué me iré a encontrar, aunque estoy segura de que sea lo que sea, me va a encantar, como todo lo desconocido, como todo lo nuevo. Como siempre pasa conmigo.

Sé no ha pasado ni un año desde que volví a ti, desde que te vi y empecé a amarte de nuevo, desde que me recibiste con los brazos abiertos sin hacer preguntas. Y si ahora decido dejarte de nuevo, no quiero que sientas que tiene que ver contigo, o lo mejor sí un poco… no sé. Ya me conoces, no me puedo quedar quieta demasiado tiempo. De vez en cuando necesito alejarme de ti, quizás para aprender a apreciarte y quererte todavía más cada vez que regreso.

Y no sabes cuánto lamento no haberte disfrutado más estos meses, no haber intentado conocerte más, lamento haber dejado que el tiempo simplemente pasara y no haber hecho nada para que valiera la pena, para hacerlo -y hacerte- memorable. Lamento haberte dado por hecho.

Pero eso no significa que no te quiera, porque sí: te quiero, lo sabes, pero no te voy a mentir. Cada una de las veces que te he dejado, me he enamorado, y te he olvidado un poco. Sólo un poco. Y es que estando lejos he encontrado esa tranquilidad, esa paz, esa felicidad que no siempre tuve contigo. Pienso en lo que será mi vida ahora, en las cosas que quiero, en mi futuro. Tengo que hacerlo, porque vamos a estar claros, ¡no me estoy poniendo más joven! Mis amigos se están casando, algunos ya teniendo hijos, y los que no, se están divorciando. Todos tienen un trabajo estable, carro, apartamento propio con cocina amueblada, cable, Internet inalámbrico y una hermosa y amplia hipoteca incluida. En fin, una vida. ¿Yo? Yo estoy a años luz de eso. No es que no quiera todas esas cosas, porque sí, y mucho (bueno, quizás lo del divorcio no), es sólo que siento que aquí no es, que tú no has querido que sea, que no me has permitido que sea. Y por eso siempre me voy, me “lanzo a la aventura” con mi mochila a la espalda a buscar todas esas cosas, y unas cuántas más. Sí, siempre con mi mochila encima, lista para descubrir, para conocer, para encontrar, para ganar y para perder… para vivir.

¿Tú te acuerdas de mi amiga Sam? El otro día entre cotufas y rones hablábamos de esto. De que algunos no estamos hechos para la vida que tú nos ofreces, para la vida convencional que llevan la mayoría de nuestros amigos y conocidos. Nosotras necesitamos algo más, movernos más, no seguir tanto tus reglas, porque vamos a sincerarnos: yo nunca me compré un carro porque cada vez que ahorraba algo para pagar la inicial me lo volaba en un viaje. No tengo trabajo porque lo dejé a la primera oportunidad que tuve de ir a estudiar afuera. No tengo novio porque sigo insistiendo en los amores a distancia aunque sé por sobrada experiencia que eso no funciona, ¡pero carajo, cómo me encanta! Las cuentas bancarias me las cerraron por falta de movimiento y no tengo ni para invitarte un café. Pero eso sí: ¿quién me quita lo bailao? Al final, aunque me duele dejarte, cada vez que lo hago me lo gozo como si fuera 1999 y se nos viniera encima el “guai tú kei”, o para ser más actuales, el 20 de diciembre de 2012.

Y ese es el tema con personas como Sam, con personas como yo, que formamos parte de un invento que nosotras mismas decidimos denominar “Generación Mochila”: te queremos, te adoramos, pero necesitamos alejarnos para darnos cuenta, porque aunque me lo bailo y me lo gozo, siempre termino extrañándote, necesitándote… tanto, que no puedo evitar volver a ti.

VTR




3 comentarios:

  1. Querida Valen, que nostalgia...ojalá la relación que llevas con Venezuela mejore. Ojalá llegue un momento en el que las aventuras puedas encontrarlas aquí mismo, la mayoría de las veces, sin tanta lejanía.

    Se que ir por el mundo es maravilloso y se lo hermoso que se siente volver siempre. Por eso confío en que nunca le digas adiós definitivamente.

    Si llegas a quedarte en otro lugar, porque te enamoras, o porque consigues esas condiciones que no encuentras aquí, manten de todas formas a Vzla en tu corazón. Nunca, nunca la olvides.

    Linda carta amiga.

    ResponderEliminar