El tiempo parece no haber pasado
La distancia casi imperceptible que no cura heridas
En cuestión de segundos mi cuerpo dejó de pertenecerme
Decepción, debilidad, impotencia... rabia.
Una fuerza externa me impide moverme. Las manos atrapadas, el pecho presionado. Me cuesta respirar.
Mi grito ensordecedor es completamente mudo fuera de mi cabeza.
Lloro. Me levanto, logro dar unos pasos. Me encierro. Me miro en un espejo aún perpleja. Salgo? Me quedo aquí. No, aquí no puedo quedarme. Debo salir.
Pero no puedo enfrentarlo. No sé cómo.
Las lágrimas bajando por mi rostro arrastran una sola interrogante: qué sentir?
Incertidumbre, seguro. Impotencia, sin duda. Consternación. No logro comprender lo que acaba de suceder. Estoy atónita.
Salgo. Quiero irme. Quiero irme ya. Abre la puerta. Déjame ir.
"Te acompaño." Mejor no. "De todas formas te acompaño." Da igual.
Sin pronunciar palabra. Silencio sepulcral. Al final un abrazo inentendible y fuera de lugar. Sin reacción. Sin lógica. Fría, zombie... inerte.
Mi mirada se fija en la nada. Camino con rumbo definido, pero sin saber realmente por dónde voy. Sigo sin reaccionar. Fría, inexpresiva. Sigo mi día como lo indica la rutina.
El tiempo pasa... afuera, lejos de mi cabeza. Adentro todo es estático. En algún momento caigo en cuenta, reacciono finalmente, aún sin entender por qué pasó.