Una pareja amiga recientemente viajó a Europa para pasar unos días de vacaciones. Su primera parada fue en Madrid, una ciudad que hasta en invierno resulta colorida. De ahí saltaron y alucinaron con la ajetreada Barcelona. Siguieron a la luminosa París antes de recorrer las calles de la histórica Roma, y de nuevo Madrid para luego regresar y que la realidad los cacheteara al bajar del avión en Maiquetía.
Para él, era su primera vez en Europa. Siendo de Maracaibo, y habiendo vivido un corto tiempo en Caracas, hasta ese momento había creído que LPG era su lugar ideal para vivir. Pero se encontró con el viejo continente, y eso le sirvió para ver que todavía no había encontrado su lugar, ese en el que le gustaría progresar, congeniar, vivir. Me dice firmemente que "Europa, en especial Madrid, es la muestra real, en términos de infraestructura y calidad de vida, de hacia dónde deben apuntar todas las naciones, las civilizaciones en la actualidad". Yo no sé si lo llevaría a tanto, porque no tengo mucho punto de comparación con el resto de las capitales europeas, pero sí debo decir que en Madrid una te vive feliz.
Nunca conocí Roma, ni me enamoré de París, y aunque vivía en Madrid, las ganas de mudarme a Barcelona nunca abandonaron mi cuerpo. Todavía hoy esas ganas están encendidas. A pesar de lo feliz que era en la capital ibérica, Barcelona siempre me atrapó como ningún otro lugar lo hizo, ni siquiera la nostálgica y furiosa Buenos Aires, en donde vivo actualmente.
Madrid te enamora a primera vista, pero Barcelona te seduce. Madrid es sinónimo de tranquilidad, estabilidad y seguridad.Es todo eso que en apariencia es perfecto, ordenado, estructurado, aun cuando no deja de ser hermosa. Pero le faltan emociones. Madrid es divina, sí, pero no te eriza la piel ni te mueve el piso. Tan sólo te embeleza lo suficiente para que te sientas cómodo.
En cambio, Barcelona, con su apariencia desordenada, desborda carisma y está llena de nichos fascinantes. Es arrebatada, dispersa. Es un poco loca, y siempre está presta en la búsqueda de una... o muchas pasiones.
Con Madrid te casas, y con Barcelona tienes un affair. Uno eterno. Barcelona es la amante que no puedes dejar, porque no la quieres dejar. De Barcelona te enamoras poco a poco si bien no lo quieres terminar de admitir. Ella te marea, te aturde, te sobrecoge y te hace sentir libre. Madrid te llama dulcemente, mientras que Barcelona te toma firmemente por la cabeza, y te besa apasionadamente, y siempre, SIEMPRE te deja con ganas de más.
Cada vez que recorres sus calles sientes la necesidad de quedarte más tiempo, de explorar más recovecos, de descubrir esas pequeñas cosas que no están a la vista de todos, quieres adueñarte de cada rincón, y hacerte parte de su paisaje.
Y así nos pasa. Desde ese momento en el que nos vimos por primera vez en aquella escalera, yo me convertí en tu Barcelona. Soy la que te eriza los sentidos, la que te besa como nadie, la que no quieres tener, pero no dejas ir, la que no compartes, ni te atreves a amar. Soy tu libertad, tu escape, tu arrebato. tu amante. Para ti soy todo eso, pero soy mucho más, porque algo de Madrid, aunque te niegues a verlo, también tengo.
Soy tu debilidad, tu perdición.
Soy tu Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario