Ansiedad, expectativa, emoción. Tres cosas que me mantenían en vilo la noche del viernes. Llegué del trabajo a las 8 con la intención de dormir un rato, hasta la 1 para salir al terminal de ferry. No pude dormir nada. Entre la ansiedad y el miedo a quedarme dormida pasé 5 horas dando vueltas en la cama.
Salí de casa a las 3. Viendo que el 130 no pasaba nunca, decidí tomar el 152 que me dejaba a unas 4 cuadras del puerto. Con esa decisión, comenzó una cadena de eventos que harían casi insufribles las siguientes 30 horas.
No tenía muy claro a qué altura de Almirante Brown debía bajarme, así que le pregunté al conductor: "Señor, voy a Predro de Mendoza 330, al puerto de Colonia Expréss. A qué altura debo bajar? Aquí o en la siguiente cuadra?". Él, muy amablemente me respondió que su ruta terminaba en esa Avenida, y que al llegar ahí debía bajar. De pronto me di cuenta que se iba alejando cada vez más y más de dónde to tenía que llegar, así que le consulté de nuevo. "Esta es Pedro de Mendoza, pero tú vas para el otro lado. Si no te sirve, puedes bajarte aquí". Me bajé, no sin antes mentarle la madre por haberme dejado a 15 cuadras del puerto, cuando estaba a 4 la primera vez que le pregunté.
Salí corriendo hacia el puerto. 4:30 de la mañana, por una avenida oscura en una zona horrible de la ciudad y sin un alma en la calle - esto es, un alma que no me fuera a robar o algo peor -. Ahogada seguí intentando corres, porque además, estaba por perder el ferry que zarpaba apenas unos minutos más tarde. Finalmente llegué al puerto, pero 2 minutos muy tarde. Felizmente pude viajar en el de las 8 de la mañana y llegué a Montevideo sin mayor contratiempo.
Hacía varias semanas que habíamos pedido acreditaciones de prensa por FútbolEsTodo.com, y yo ya había llamado a la Asociación Uruguaya de Fútbol para confirmar que estuvieran. "pasa el viernes por la AUF o el sábado directamente al estadio a retirarlas", me dijeron. Cual fue mi sorpresa, que las acreditaciones no estaban, no habían sido aprobadas aun cuando me habían dicho días antes que las podía retirar. Pero cómo es posible que no informen que no han sido aprobadas? Aparentemente les cuesta demasiado enviar un mail, mucho más de lo que a uno le cuesta viajar hasta Montevideo. Finalmente decidió darme dos entradas para el Palco América, así que Mopa y yo decidimos intentar vender su entrada (que era para el mismo palco) y entrar con las dos que me dieron a mí.
No tuvimos suerte, así que decidimos entrar. Para nuestra sorpresa, la policía no nos lo permitió. La razón fue que, al ser visitantes, ellos no se harían responsables de nuestra seguridad. Wait.. what??? Y para qué están entonces? Entre otras cosas nos dijeron que para qué habíamos comprado esas entradas (muchos venezolanos tenían entradas para ese palco, no terminamos de entender como siendo visitantes, nos vendieron entradas para un palco local al que luego no tendríamos acceso). Tanto policías como funcionarios de la AUF nos dijeron que tendríamos que quitarnos las camisas de la Vinotinto si queríamos entrar, pero aún así no se responsabilizaban por nuestra seguridad. La otra opción era, de plano, quedarnos afuera, pero que debíamos agradecer que nos dieran aunque fuera esa pequeña tribuna, porque en principio no iba a destinarse entradas ni lugar para visitantes. Mirá que lindo, che!
Por suerte, Mopa y yo logramos cambiar nuestras 3 entradas de palco a una señora que iba a tribuna con sus dos hijos. El niño, de unos 10 años, fue el que la convenció (y le estaré eternamente agradecida!!!). Entramos. No cabía ni un alma en la tribuna, o mejor dicho, la media tribuna, ya que a pesar de que muchos tenían entradas para la parte baja (que fueron vendidas a visitantes) finalmente fue destinada para los locales. Así, la tribuna América de visitantes estaba completamente llena... hacinada para ser más concretos. Gente en las escaleras, pasillos y en la parte superior sin poder ver el campo. Por suerte conseguimos a un grupo bastante solidario que abrió un espacio para que pudiéramos ubicarnos.
Hacía varias semanas que habíamos pedido acreditaciones de prensa por FútbolEsTodo.com, y yo ya había llamado a la Asociación Uruguaya de Fútbol para confirmar que estuvieran. "pasa el viernes por la AUF o el sábado directamente al estadio a retirarlas", me dijeron. Cual fue mi sorpresa, que las acreditaciones no estaban, no habían sido aprobadas aun cuando me habían dicho días antes que las podía retirar. Pero cómo es posible que no informen que no han sido aprobadas? Aparentemente les cuesta demasiado enviar un mail, mucho más de lo que a uno le cuesta viajar hasta Montevideo. Finalmente decidió darme dos entradas para el Palco América, así que Mopa y yo decidimos intentar vender su entrada (que era para el mismo palco) y entrar con las dos que me dieron a mí.
No tuvimos suerte, así que decidimos entrar. Para nuestra sorpresa, la policía no nos lo permitió. La razón fue que, al ser visitantes, ellos no se harían responsables de nuestra seguridad. Wait.. what??? Y para qué están entonces? Entre otras cosas nos dijeron que para qué habíamos comprado esas entradas (muchos venezolanos tenían entradas para ese palco, no terminamos de entender como siendo visitantes, nos vendieron entradas para un palco local al que luego no tendríamos acceso). Tanto policías como funcionarios de la AUF nos dijeron que tendríamos que quitarnos las camisas de la Vinotinto si queríamos entrar, pero aún así no se responsabilizaban por nuestra seguridad. La otra opción era, de plano, quedarnos afuera, pero que debíamos agradecer que nos dieran aunque fuera esa pequeña tribuna, porque en principio no iba a destinarse entradas ni lugar para visitantes. Mirá que lindo, che!
Por suerte, Mopa y yo logramos cambiar nuestras 3 entradas de palco a una señora que iba a tribuna con sus dos hijos. El niño, de unos 10 años, fue el que la convenció (y le estaré eternamente agradecida!!!). Entramos. No cabía ni un alma en la tribuna, o mejor dicho, la media tribuna, ya que a pesar de que muchos tenían entradas para la parte baja (que fueron vendidas a visitantes) finalmente fue destinada para los locales. Así, la tribuna América de visitantes estaba completamente llena... hacinada para ser más concretos. Gente en las escaleras, pasillos y en la parte superior sin poder ver el campo. Por suerte conseguimos a un grupo bastante solidario que abrió un espacio para que pudiéramos ubicarnos.
Finalmente ahí pudimos empezar a relajarnos y disfrutar del partido. El primer tiempo estuvo trabado por ambos lados. El segundo fue mucho más emocionante, sobretodo porque cerca del final llegó el empate de Venezuela con un gol de Salo Rondón. Ahí los uruguayos estaban enardecidos, comenzaron a tirarnos cosas y a insultarnos. Nosotros, como solemos ser los venezolanos, los chalequeábamos mientras seguíamos celebrando el gol y alentando mientras esperábamos a ver si caía el segundo. Ya e los 3 minutos de descuento, entre tantas cosas que nos lanzaron, me alcanzó una piedrita en la cara. Por suerte era pequeña y no me hizo nada, pero si me daba un poco más arriba, me volaba el ojo.
Terminó el partido y en lugar de dejarnos salir primero a nosotros, que siendo visitantes éramos considerablemente menos personas, salió primero la afición local. En la tribuna que teníamos al lado hubo gente que seguían en plan de buscarnos pelea. Un chamo con carita de "me iría demasiado" hasta tuvo la osadía de hacernos señas de que al salir nos iba a caer a tiros. Un pobre pendejo, la verdad.
Finalmente llegó la policía y los obligó a irse. Pasaban los minutos y aún no podíamos salir, así que mientras esperábamos, le pedí a Mopa que me tomara una foto con el campo de fondo. Había un espacio donde estaban tres chamos y un señor y les pedí que me dieran un permiso para poder tomarme mi foto. No se imaginan mi sorpresa cuando me di cuenta que el señor no sólo no se había apartado, sino que además decidió posar. Y unos minutos más tarde, al ver la foto, darme cuenta de que ese photobomb me lo había hacho nada más y nada menos que nuestro "ilustre" Manuel "si a mí me matan y yo me muero" Rosales. PA-VO-SO, yet, epic. Les dejo la prueba a riesgo de ser chalequeada el resto de mi vida, para que vean lo chévere que soy y cuánto pienso en ustedes:
Carlos Ocariz también estuvo presente, pero él no me photobombardeó. Hubiese preferido mil veces.
Llegamos a la terminal de buses de Tres Cruces para volver a Colonia. Creo que no hace falta que les cuente la cara de odio con las que nos miraban muchos. Incluso, en una de las cafeterías de la estación, una señora se negaba a atender a cualquiera que fuese venezolano. La verdad, jamás en mi vida había visto a una hinchada tan llorona y picada como la que estuvo en el Centenario. En serio, son muy lloronas y se vuelven muy locas.
La otra historia divertida fue que al contar por twitter algunas de las cosas que habíamos pasado, recibí respuesta de un chico uruguayo (@MartinRises) en la que decía que si logré entrar al estadio fue porque la AUF nos lo había permitido, ya que en Venezuela nos habían estafado. No sé a qué estafa se refiere, pero en todo caso, si existe, no me tocó a mí ni a ninguna de las personas con las que estuve allá (casi 200). También me llamó "malagradecida" (aparentemente tenemos mucho que agradecerles en Uruguay y no nos enteramos), y "flor de atrevida". Pregonaba cordialidad mientras me atacaba y me mandaba a callar. Un tipito verdaderamente genial (y por genial, quiero decir "lamentable") que no lograba ser coherencia alguna entre sus palabras y sus actos.
Lamentablemente Montevideo no me trató muy bien que digamos. Quiero suponer que era debido al contexto específico de ese día y no que esto es así siempre. Igual, le historia no termina aquí. Vendrá una segunda entrega con la pesadilla que fueron las diez horas en Colonia. Estén atentos, que ya #LesCuentoMás.
Terminó el partido y en lugar de dejarnos salir primero a nosotros, que siendo visitantes éramos considerablemente menos personas, salió primero la afición local. En la tribuna que teníamos al lado hubo gente que seguían en plan de buscarnos pelea. Un chamo con carita de "me iría demasiado" hasta tuvo la osadía de hacernos señas de que al salir nos iba a caer a tiros. Un pobre pendejo, la verdad.
Finalmente llegó la policía y los obligó a irse. Pasaban los minutos y aún no podíamos salir, así que mientras esperábamos, le pedí a Mopa que me tomara una foto con el campo de fondo. Había un espacio donde estaban tres chamos y un señor y les pedí que me dieran un permiso para poder tomarme mi foto. No se imaginan mi sorpresa cuando me di cuenta que el señor no sólo no se había apartado, sino que además decidió posar. Y unos minutos más tarde, al ver la foto, darme cuenta de que ese photobomb me lo había hacho nada más y nada menos que nuestro "ilustre" Manuel "si a mí me matan y yo me muero" Rosales. PA-VO-SO, yet, epic. Les dejo la prueba a riesgo de ser chalequeada el resto de mi vida, para que vean lo chévere que soy y cuánto pienso en ustedes:
Carlos Ocariz también estuvo presente, pero él no me photobombardeó. Hubiese preferido mil veces.
Llegamos a la terminal de buses de Tres Cruces para volver a Colonia. Creo que no hace falta que les cuente la cara de odio con las que nos miraban muchos. Incluso, en una de las cafeterías de la estación, una señora se negaba a atender a cualquiera que fuese venezolano. La verdad, jamás en mi vida había visto a una hinchada tan llorona y picada como la que estuvo en el Centenario. En serio, son muy lloronas y se vuelven muy locas.
La otra historia divertida fue que al contar por twitter algunas de las cosas que habíamos pasado, recibí respuesta de un chico uruguayo (@MartinRises) en la que decía que si logré entrar al estadio fue porque la AUF nos lo había permitido, ya que en Venezuela nos habían estafado. No sé a qué estafa se refiere, pero en todo caso, si existe, no me tocó a mí ni a ninguna de las personas con las que estuve allá (casi 200). También me llamó "malagradecida" (aparentemente tenemos mucho que agradecerles en Uruguay y no nos enteramos), y "flor de atrevida". Pregonaba cordialidad mientras me atacaba y me mandaba a callar. Un tipito verdaderamente genial (y por genial, quiero decir "lamentable") que no lograba ser coherencia alguna entre sus palabras y sus actos.
Lamentablemente Montevideo no me trató muy bien que digamos. Quiero suponer que era debido al contexto específico de ese día y no que esto es así siempre. Igual, le historia no termina aquí. Vendrá una segunda entrega con la pesadilla que fueron las diez horas en Colonia. Estén atentos, que ya #LesCuentoMás.
Bueno el cuento!
ResponderEliminarEpica la foto, de pana!
Lamentable el comportamiento, que locura