jueves, 24 de febrero de 2011

Generación Mochila



Esta es la carta que inscribí en el concurso Cartas de Amor de Mont Blanc. No ha sido preseleccionada (aún - tengo esperanzas en que el jurado sea coherente, porque sé que mi carta es buena), pero igual aquí les va.

Quiero darle las gracias a quienes aportaron con sus comentarios, porque eso me ayudó a ir mejorando la carta hasta llegar aquí. Ahí va:

Generación Mochila

La semana pasada tuve una entrevista importantísima para un trabajo. Esa que tanto esperaba. Esa para la que tanto me he estado preparando desde que decidí dedicarme a lo que quiero hacer. Esa a la que le tengo tanto miedo, porque, si me dan este trabajo, finalmente empezaría a vivir en el “mundo real”.

¡Ah! Me olvidé de un detalle importante: ¿te conté que el trabajo es en Damasco? Lo sé, es lejos, muy lejos y te admito que me asusta un poco la idea, y a la vez me entusiasma, me emociona. Se me arruga la panza, pero de una buena manera. No sé lo que me espera esta vez. No sé qué esperar, ni con qué me iré a encontrar, aunque estoy segura de que sea lo que sea, me va a encantar, como todo lo desconocido, como todo lo nuevo. Como siempre pasa conmigo.

Sé no ha pasado ni un año desde que volví a ti, desde que te vi y empecé a amarte de nuevo, desde que me recibiste con los brazos abiertos sin hacer preguntas. Y si ahora decido dejarte de nuevo, no quiero que sientas que tiene que ver contigo, o lo mejor sí un poco… no sé. Ya me conoces, no me puedo quedar quieta demasiado tiempo. De vez en cuando necesito alejarme de ti, quizás para aprender a apreciarte y quererte todavía más cada vez que regreso.

Y no sabes cuánto lamento no haberte disfrutado más estos meses, no haber intentado conocerte más, lamento haber dejado que el tiempo simplemente pasara y no haber hecho nada para que valiera la pena, para hacerlo -y hacerte- memorable. Lamento haberte dado por hecho.

Pero eso no significa que no te quiera, porque sí: te quiero, lo sabes, pero no te voy a mentir. Cada una de las veces que te he dejado, me he enamorado, y te he olvidado un poco. Sólo un poco. Y es que estando lejos he encontrado esa tranquilidad, esa paz, esa felicidad que no siempre tuve contigo. Pienso en lo que será mi vida ahora, en las cosas que quiero, en mi futuro. Tengo que hacerlo, porque vamos a estar claros, ¡no me estoy poniendo más joven! Mis amigos se están casando, algunos ya teniendo hijos, y los que no, se están divorciando. Todos tienen un trabajo estable, carro, apartamento propio con cocina amueblada, cable, Internet inalámbrico y una hermosa y amplia hipoteca incluida. En fin, una vida. ¿Yo? Yo estoy a años luz de eso. No es que no quiera todas esas cosas, porque sí, y mucho (bueno, quizás lo del divorcio no), es sólo que siento que aquí no es, que tú no has querido que sea, que no me has permitido que sea. Y por eso siempre me voy, me “lanzo a la aventura” con mi mochila a la espalda a buscar todas esas cosas, y unas cuántas más. Sí, siempre con mi mochila encima, lista para descubrir, para conocer, para encontrar, para ganar y para perder… para vivir.

¿Tú te acuerdas de mi amiga Sam? El otro día entre cotufas y rones hablábamos de esto. De que algunos no estamos hechos para la vida que tú nos ofreces, para la vida convencional que llevan la mayoría de nuestros amigos y conocidos. Nosotras necesitamos algo más, movernos más, no seguir tanto tus reglas, porque vamos a sincerarnos: yo nunca me compré un carro porque cada vez que ahorraba algo para pagar la inicial me lo volaba en un viaje. No tengo trabajo porque lo dejé a la primera oportunidad que tuve de ir a estudiar afuera. No tengo novio porque sigo insistiendo en los amores a distancia aunque sé por sobrada experiencia que eso no funciona, ¡pero carajo, cómo me encanta! Las cuentas bancarias me las cerraron por falta de movimiento y no tengo ni para invitarte un café. Pero eso sí: ¿quién me quita lo bailao? Al final, aunque me duele dejarte, cada vez que lo hago me lo gozo como si fuera 1999 y se nos viniera encima el “guai tú kei”, o para ser más actuales, el 20 de diciembre de 2012.

Y ese es el tema con personas como Sam, con personas como yo, que formamos parte de un invento que nosotras mismas decidimos denominar “Generación Mochila”: te queremos, te adoramos, pero necesitamos alejarnos para darnos cuenta, porque aunque me lo bailo y me lo gozo, siempre termino extrañándote, necesitándote… tanto, que no puedo evitar volver a ti.

VTR




El Legado de la Copa América: Los Estadios




Con mucha expectativa esperamos el inicio de la Copa América 2011 a realizarse en Argentina el julio próximo.  Argentina se prepara para esta fiesta futbolística con la construcción de nuevos estadios como el Estadio del Bicentenario de San Juan, dónde Argentina y Venezuela se encontrarán para un amistoso el 16 de marzo, y la remodelación de otros ya existentes, como el Estadio Ciudad de La Plata, que se inauguró el pasado 17 de febrero y es considerado como el mejor y más avanzado de Latinoamérica, según dicen algunos por ahí. Es el primer estadio techado de América Latina y cuenta con una cantidad de instalaciones y servicios propias de un estadio de primer mundo.

Sin embargo, y aunque este estadio "quedó hermoso", según las palabras de un reconocido periodista deportivo argentino, él mismo nos recuerda que no debemos olvidar que los estadios construidos en Venezuela en 2006 y 2007 para albergar la Copa América son también de primer mundo. También dice este muchacho de gran trayectoria que hoy por hoy, Brasil y Venezuela tienen mejores estadios que Argentina.

En lo personal no conozco demasiados estadios, ni aquí, ni en Argentina ni en Brasil. En Venezuela lamentablemente sólo conozco el Universitario de Caracas y el Metropolitano de Brquisimeto, y en Argentina conocí La Bombonera y el Monumental, pero fuera de un contexto futbolístico (en el primero hice el tour, al segundo fui a dos conciertos). Y sí, al joven Buscalia le doy la razón cuando dice que el Estadio Metropolitano de Barquisimeto es (o por lo menos se acerca bastante a) un estadio moderno, de primer mundo. Y la verdad, cuando fui a este estadio a disfrutar del Argentina-Paraguay (que tristemente para mí, la Albiceleste entró sólo con 3 de sus titulares), y a pesar de que aún estaba sin culminar la construcción, quedé muy gratamente sorprendida. Ciertamente es un gran estadio, cuenta con asientos para 40.312 espectadores, 3 estacionamientos para 4.000 mil vehículos y 24 asientos para personas con discapacidad. Está debidamente equipado para que el público pueda disfrutar de todos los servicios, como atención médica, cafetines, comercios, protección civil y seguridad. Asimismo, tiene una sala VIP con capacidad para 270 personas y palcos privados para 30 personas. Además tiene cafetines, comercios,  4 ascensores y hasta una agencia de viajes. Me cuentan que el estadio hoy está en muy buen estado, aunque para el momento en que escribo esto no tengo plena seguridad de si se ha terminado de construir (tenía fecha prevista para 2009).

Pero el estado Universitario de Caracas no cuenta con la misma suerte. El estadio es obra del afamado arquitecto venezolano Carlos Raúl Villanueva y fue inaugurado en 1951 con motivo de los Juegos Bolivarianos de ese año. Ha sido sede de grandes eventos como los Juegos Panamericanos de 1983, Copa América en 1975 y 2007 y sede de partidos de eliminatoria de la Vinotinto. Además, fue declarado (como parte de la Ciudad Universitaria) Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 2000.

Con motivo de la Copa América fue reacondicionado, se colocaron sillas en las tribunas (por lo que perdió 8.000 puestos para espectadores), se renovó el engramado y en general se mejoraron y recuperaron muchas de sus instalaciones. Es cierto, las instalaciones han mejorado considerablemente, y en 2007 eso era visible para todos. El cesped en perfecto estado y las nuevas sillas en las tribunas fueron la muestra más evidente de la inversión hecha. Yo miraba el estadio con cierto orgullo. "Qué lindo que quedó! Ya tenemos un estadio como la gente". Pero buena parte de esa inversión se ha dejado perder.

Foto: Arnaldo Espinoza/Estadio Olímpico UCV

Hace unas semanas, y después de unos pocos años volví al Universitario a ver un partido de eliminatoria para la Copa Libertadores entre el Deportivo Petare y el Cerro Porteño paraguayo, y tengo que decir, el estado del campo es deplorable. La falta de mantenimiento y los usos que se le han dado, como las prácticas de rugby de la UCV y conciertos, hacen estragos. Y es que el otrora "símbolo inobjetable de esta gran metrópoli venezolana" ahora nos quedó pequeño. Nos quedó corto, no está a la altura de los grandes estadios de las capitales latinoamericanas, al punto de que desde el 2003 la selección nacional no juega un partido aquí. Dicen que se debe al aforo de 22.000 espectadores que se hace insuficiente, y te lo creo. Pero no es la única razón por la que uno de los estadios más importantes del país no recibe a nuestra Vinotinto hace ya 8 años. Y el Universitario no es el único. Si vieron ayer el juego entre Carabobo y Caracas en el Misael Delgado de Valencia sabrán de qué les hablo. Y es que el problema del fútbol venezolano no es sólo de calidad de los técnicos y jugadores, porque los hay buenos, responsables, comprometidos, profesionales. El problema es mucho más complejo, desde la falta de recursos en los clubes, la falta de mantenimiento de los recintos y no hablemos de la FVF y de Esquivel, cuya fecha de vencimiento hace años pasó, pero sigue guardado en la nevera como un cartón de leche cortada pudriendo el resto con tanta pestilencia.

Yo quiero pecar de optimista y pensar que el Cachamay, El José Antonio Anzoátegui, el Monumental de Maturín y el Metropolitano de Mérida se mantengan como según me dicen, se ha mantenido el de Barquisimeto, y que los más pequeños, los más "viejitos", puedan llegar a cumplir y algún día superar los estándares de calidad que merece nuestro fútbol. Que la calidad no sea únicamente para "los eventos importantes".

jueves, 13 de enero de 2011

Cuántos "Adiós" antes de Despedirme?



El domingo pasado comenzó como cualquier otro. Yo con esa maña de despertarme temprano los domingos aun después de una noche de copas en El Hatillo con una buena amiga. A las 7 ya estaba despierta y cogí el teléfono para leer los trinos de todas las personas que sigo en twitter.  Lo normal. Lo que para los venezolanos, tristemente, se ha convertido en normal. Nos hemos acostumbrado a leer cientos de noticias sobre asaltos, secuestros y asesinatos sin inmutarnos, o como mucho, reaccionando con un "otro fin de semana, otros 50 muertos". Esto es de lo más lamentable que he tenido que escribir, y lamentablemente no deja de ser nuestro pan de cada día.

Ya unos días atrás a una amiga la habían interceptado llegando a su casa, 3 tipos armados, en senda camioneta, uno de ellos con una gorra de algún cuerpo policial. Pistolas en mano y apuntándola, la despojaron de su cartera, de su teléfono y por segunda vez en un año, de su carro. Al amigo de otra amiga lo secuestraron dos días después y a otros dos amigos les robaron sus teléfonos (hechos separados). Normal, lo habitual. Todas las semanas nos enteramos de que a algún conocido nuestro - o de un conocido en común - lo visita el hampa.

El caso es que el domingo, entre tweet y tweet de borracho trasnochado, me encuentro con esta noticia: "Asesinaron a un estudiante de Medicina y a un abogado". Otro fin de semana sangriento, de guerra en Caracas... otra persona que deja atrás a familiares y amigos antes de tiempo. La noticia me dejó en shock, me pareció insólita. Pero ese sentimiento no fue nada comparado con la rabia, impotencia y dolor que sentí después, cuando leí de nuevo el nombre del estudiante asesinado: Carlos Alejandro Blanco Suárez. Lo conocía, desde chico. Formaba parte de ese grupo que me recibió cuando volví a los Scouts de La Salle a dirigir al Clan. Era uno de mis muchachos. Y era un buen muchacho. Tenía 22 años y  toda su vida por delante. De los muchachos, quizás el más reservado y tímido si se quiere, pero siempre considerado, respetuoso, colaborador, amable y con una calidad humana de la que en muchos momentos algunos carecemos. Carlos no será olvidado fácilmente, aun a pesar de que su muerte quede impune. 

No puedo evitar sentirme moralmente derrotada en un país ta hermoso y tan horrible a la vez. Me entristece que cada vez me lo pienso menos a la hora de decidir si irme o quedarme. No es justo siquiera que tenga que considerarlo, pero lo pienso, y lo único que se interpone entre "escapar" o no, es un tema meramente económico. Me entristece, me enoja, me hace renegar... me frustra.

Fácilmente estoy pasando del "me quedo a trabajar por mi país" al "me voy pal carajo" sin mirar atrás porque cada vez tengo más dudas de que valga la pena quedarse y luchar para intentar (sobre)vivir, porque cada vez más me consume la paranoia, porque no quiero volver a leer una noticia como la del domingo para enterarme que otro de mis amigos ha muerto a manos del hampa, o porque, Dios no quiera, en otra ocasión podría tocarme a mí. No es manera de vivir. No vale la pena, no tiene sentido y ya lo he dicho: NO ES JUSTO. 


Misión Cumplida Carlitos. 

sábado, 8 de enero de 2011

¡Feliz Aniversario, Coagulín!

Así se veía mi cerebro antes de la operación. Esa mancha negra a la 
izquierda fue lo que me sacaron de mi cabecita.

Hoy se cumple un año desde que me abrieron la cabeza para extirparme un cavernoma con una masa de 4 cms de diametro del derebro. Un cavernoma que unos meses antes me había producido una hemorragia cerebral que tranquilamente pudo haberme llevado al otro lado. Por suerte, no fue así. Diez día de recuperación en un hospital madrileño y unos días de reposo después fueron suficientes para volver con todo (salvo una buena visión) a mi rutina.

Dos meses después mi vista había mejorado, pues dado que el cavernoma (y por ende, la hemorragia) fueron muy cerca de donde se encuentra el nervio óptico, lo que me hacía ver manchas y puntitos de colores. Bastante molesto.

Finalmente llegó la fecha de la operación, y extrañamente, aun con todos los riesgos y advertencias, yo me sentía tranquila. Demasiado para ser normal. Creo que mis amigos nunca llegaron a entenderlo, porque lo "normal" sería estar más asustada, más angustiada, y no sentir esta extraña calma.

La verdad es que si estaba asustada. Me habían explicado que podria perder parcial o totalmente la vista, que con la operación se podría afectar mi memoria y bueno, los riesgos habituales de la anestesia (como que si se les va la mano, no despierte pues). Tuve dos ataque de angustia en diciembre que sólo vio el que para entonces era mi novio, pero el resto del mundo no se enteró del terror que sentía.

Me operaron un viernes. La operación tardó unas 7 horas, y durante los primeros 3 días siguientes me dolía hasta la uña del dedo meñique del pie. Unas jaquecas terribles, sin poder ver sino un manchón de colores que me nublaba la vista de tal forma que prefería no tener que abrir los ojos. Me daba náuseas ver así. Ya el domingo empezaron a quitarme cuanto tubo y manguera tenía conectados al cuerpo (me sentía Robocop!), y con eso, los dolores y molestias comenzaron a disminuír de a poco.

Un año después sigo sintiendo un poco de molestias en la vista, sobretodo del lado izquierdo. Ya no es un manchón, pero si algunas chispitas las que veo. Ya no tengop esa insensibilidad en el cráneo pero a veces me duele un poco la cicatriz. El pelo va creciendo y ya tiene sentido que tenga un peine para arreglarlo... y ganchitos y cintillos y otras coqueterías de niña.

Algo que me ayudó muchísimo en la recuperación fue poder contar con el apoyo y la buena vibra de tanta gente allá en Madrid. Estando lejos de casa, me sentí más en casa que nunca con tanta gente querida alrededor. A ellos les digo: Gracias... eternamente gracias! Y gracias también porque todo salió bien y no pasó de ser un gran susto.


No me queda más que decir que ¡Salud!

Y así me veía yo unos días despues, aun en el hospital


miércoles, 29 de diciembre de 2010

En el 2011...



Finalmente llega el fin de este nefasto año que ha sido 2010. Así mismo: NE-FAS-TO para el país, para mí, para muchos de quienes me rodean en cuanto a política, economía, situación laboral, situación sentimental y mil razones más. Particularmente, en mi caso, ha sido el año más improductivo de mi vida, y el primero, desde que tengo 18 años, en el que no he estado ni estudiando, ni trabajando. 

Mucha gente se lo ha venido achacando a mercurio retrógrado, que, al parecer, estuvo retrógrado unas 8 veces este año, ya que nadie paró de quejarse al respecto en los 365 días. Pero lo cierto es que a 2010 le quedan sólo 2 días de nefasta existencia, y con él se va cualquier indicio de negatividad, fracaso, planes sin ejecutar y achante, y desde ya, empiezo a armar mi lista de cosas que quiero hacer en el 2011 y así tener un año extraordinario. Va la lista:

  • Hace mucho que ando diciendo cuanto extraño estar sobre las tablas y actuar. La última vez que lo hice tenía 15 o 16 años y cada vez que voy al teatro salgo con esa sensación de que debería estar en el escenario. Por eso he decidido que haré un taller de actuación en enero.
  • Tanta pasividad este año, entre los meses de reposo post operatorio, el desempleo, readaptarme a Venezuela después de dos años en el exterior, han afectado mi metabolismo y me he echado unos kilitos encima. En el 2011 haré ejercicio, porque me niego a morir gordita.
  • Siempre he tenido una ligera atracción hacia algunos deportes extremos. No los practico habitualmente (ver punto anterior), pero a veces me da por aventurarme. A los 16 hice bungee jumping. Hace 5 años volé en parapente en Mérida. En el 2007 hice rafting en Mendoza. Aun no he hecho el salto en paracaídas. Quería hacerlo antes de los 30, pero como eso ya fue, lo incluyo en esta "to do list".
  • Cuando en enero '08 regresé de mi última visita a Argentina, me di cuenta de algunas cosas. La primera: terminé de comprobar que nunca me siento tan en casa como cuando aterrizo en Ezeiza y me bajo del avión. Otra es que siempre me deprimo cuando vuelvo a Caracas y se produce ese choque con una idiosincrasia que si bien me ha rodeado toda mi vida, simplemente no comparto ni tolero. En ese momento decidí que a más tardar en octubre de ese año me mudaba a Argentina. Lo decreté. La vida dio una vuelta inesperada. No fue a Argentina, sino a España. Lo había logrado un mes antes de mi fecha tope. Las circunstancias no me permitieron quedarme en Madrid. Pero hoy lo decreto de nuevo: En el 2011 dejaré Venezuela para irme a casa. Para vivir en Buenos Aires o en Barcelona.
  • En 2011 hay Copa América, nada más y nada menos que en el país de mis amores, y el que me enseño a amar el fútbol a la tierna edad de 10 años: Argentina. No sé cómo haré, pero es IMPERATIVO que esté ahí. Oye mira... sí chico, soy un varoncito.
  • Por supuesto que para lograr estas cosas hace falta dinero, y no es poco. Desde ya decreto, que este enero consigo curro, y uno que pague bien, acorde con el currículum que tengo, que humildemente, ha impresionado a más de uno. Y trabajaré en algo que me gusta, que se relacione con mi especialización y que me dé espacio para crecer en lo personal y en lo profesional, y por supuesto, que pueda hacerlo en una de las dos ciudades que ya mencioné. Si no consigo trabajo aquí, pues ganarme el Kino y con ese dinero me piro!
  • Y last but not least, que tampoco sé cómo haré esto, pero conoceré en persona a mi crush platónico #MásGuapoYSeMuere. Deséenme suerte!


No es una lista larga, pero tampoco es una fácil de cumplir. De hecho, es un reto enorme, y seguro esta lista irá en aumento, pero esto es un buen comienzo!

So people, los veo a todos en 2 días. Disfruten lo que queda de este 2010 para el olvido. Besos miles y feliz año!

domingo, 19 de diciembre de 2010

Cristo Viene, y Maneja para el Orto!




No sé si pasa en todos lados, pero en Venezuela los hombres insisten en que las mujeres somos terribles conductoras. En algunos casos, tienen razón. Pero muchas veces (y me atrevería a decir que en la mayoría de los casos), son ellos, conductores masculinos que tanto se jactan de ser los Schumacher de las autopistas y carreteras venezolanas, quienes causan los peores accidentes, o mínimo, me hacen pasar más bronca cuando me toca manejar "en contra de ellos".

Para nadie es secreto que manejar en Caracas (y llegar sano -física y mentalmente- a destino) es toda una hazaña, no sólo por las insufribles horas de tráfico que pasamos para llegar a un lugar que queda a 3 kilómetros de distancia, sino por la absurda cantidad de choferes from hell con los que nos topamos en esos 3 kilómetros. Que se comen la luz, que se pegan a la corneta desde ese primer milisegundo en el que cambia el semáforo, que no respetan el paso peatonal y le tiran el carro a quien se atreva a cruzar la calle por el rayado cuando se enciende el muñequito verde que camina. Por supuesto, no puede faltar aquel que te lanza el carro cuando intenta cambiar de canal, sacándote de la vía y casi tirándote contra la defensa.

Estos conductores nada tienen de buenos samaritanos. Demasiado lejos de eso. Aunque eso sí: se las dan de perfectos cristianos! Sí sí, leyeron bien: Cristianos.

Desde que regresé de Madrid hace ya casi un año y hasta el sol de hoy, cada vez que salgo en el carro con Irving (mi Bro), él me llama la atención sobre cada conductor bruto que se nos atraviesa en el camino cometiendo las infracciones más ilógicas que nos podamos imaginar, y siempre hay un común denominador. No, contrario a lo que ustedes chicos pretenden hacer creer, no es ser mujer. Tampoco son todos taxistas, ni camioneteros, ni viejitos seniles, ni motoriza... bueno, motorizados sí... ellos siempre son. Pero el denominador común es  que todos, TODOS tienen una calcomanía del Cristo de Jose pegada en el carro. Todos, sin excepción.

Y me pregunto yo: de verdad hay en este país tantos tantísimos devotos del mencionado Cristo? Han ido tantos venezolanos, o en todo caso (basada en la muestra tomada), tantos caraqueños han ido hasta Jose a rendirle tributo? O por el contrario, es una simple moda, como las pulseritas Power Balance o los relojes esos de colores como de silicón (que son bien tukkis, vale acotar)?

En todo caso, lo que sí creo es que su actitud temeraria al volante seguramente se debe a que al llevar la imagen del Cristo de Jose pegada al vidrio trasero del carro, se sienten protegidos contra todo, incluso contra su propia imprudencia, y a cuenta de creerse protegidos, manejan como el "endemoniado taxista del infierno" (Chirvo dixit), lo cual, ya es bastante decir.

Así que con esto los invito a que, la próxima vez que vayan al volante, se fijen bien si el conductor que les tiró el carro es uno de estos endemoniados hijos de taxista devotos del Cristo de Jose.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Carta abierta a ti, o la más cursi de las confesiones.




Sí, debo confesar que cuando me enteré que estabas aquí gracias a un incauto tweet de un amigo en común, se me hizo un arroz con mango cerebro-emocional que no he sabido manejar con la menor gracia. Se me sacudió el piso y el estómago casi se me sale por la boca. Así me sentí ese día de mayo cuando decidiste - vía mail - decirme que te habías dado cuenta de tú y yo no tendríamos manera de funcionar. Nunca me dijiste por qué, sólo que habían "detalles que saltaron a la vista" (que aún desconozco) que te convencieron de que eso era así, aun a pesar de la felicidad vivida en los meses anteriores. Ah! También aprovechaste ese email para decirme que - ahora sí - te habías enamorado, casualmente una persona a la que le abrí las puertas y los brazos con total confianza y a quien incluso, ingenuamente, le ofrecí mi amistad. Ya te imaginarás lo tonta que me sentí... Y cómo no? si unas semanas antes me habías dicho que necesitabas pasar un tiempo solo tratando de reacomodar y adaptarte a tu nueva vida, y mientras tanto estabas haciendo planes de vida con alguien ella. 

Confieso que, con todo lo mal que estuvo que decidiste hacer las cosas, y teniendo mil razones para hacerlo, no te odio, a pesar a lo que seguramente debes creer. Por el contrario, y tan reprochable como es, te sigo queriendo. Sigo sin haber roto esa promesa que hace casi un año te hice, y cumplo por ti las promesas que tú me hiciste. No me aburrí de ti, no fui a buscarme a alguien "mejor" (lo que sea que eso pueda significar), no te herí, no me rendí.

Confieso que fui feliz, como nunca. No podía pedir nada más. A tu lado aprendí a confiar, a creer, a no estar siempre a la defensiva, a vivir sin miedos, a ser libre, a amar... por lo menos por un tiempo, porque ahora no confío, no creo, vivo dentro de una coraza que quiero creer blindada contra todo y siento terror de volver a desnudar por completo mi cuerpo y mi alma para que alguien pueda conocerlos como tú los conociste... Como tú me conociste.

Confieso que desde que nos tomamos ese café una soleada tarde de agosto no ha pasado un día en el que  no hayas inundado mi mente, para bien o para mal, pero ahí estás. No solo te he pensado. También te he llorado, cuando menos, una, o dos o 4 veces por semana.

Confieso que hay días en los que muero por verte, por volver a tenerte, por volver a tocarte, y hay días en los que quisiera borrarte por completo, ni siquiera recordarte, como si no hubieras pasado por mi vida  hace 6 meses, o hace un año, o hace 17 años. Porque recordarte siempre es doloroso. Recordar la mejor Navidad, el mejor viaje, los mejores meses que pasé en mi vida se me hace hasta físicamente intolerable. 

Confieso que con lo mucho que detesto la cursilería, aquí estoy, siendo abiertamente cursi y ridícula ante el mundo mientras intento con este desahogo, sacarte definitivamente de mi sistema, aunque hubiera preferido mil veces tener la oportunidad de hacerlo de frente. Es una lástima que nunca fuiste suficientemente hombre para hacerlo.

Confieso que nunca he dicho adiós definitivamente. Me da miedo cerrar la puerta y tirar la llave, Pero por primera vez lo veo increíblemente necesario y urgente. Eso me dice mi cabeza, que con sus hemorragias y cirugías, está en mejor estado qué el corazón, que ya no tiene capacidad de decidir nada que me convenga.

Dicho esto (y seguramente dejando muchas cosas por fuera), quizás lo más difícil que he tenido que hacer es lo que viene: decirte, Eddy, finalmente, adiós. Esta vez sin idas y venidas, sin vueltas. Como lo hizo Vicentico: "Te destierro de mi alma y mi corazón", a ti, a quien amé todo lo humanamente posible.