viernes, 18 de septiembre de 2015

Los números de la Vergüenza




Siempre he sido una idealista empeñada en ver al mundo como debe ser y no como es. Cuando decidí que quería ser Abogado, lo hice convencida de que esa sería la puerta para poder hacer la diferencia en la vida de muchas personas, para poder hacer un país mejor e, ingenuamente, para cambiar un poco a este mundo atroz.

Alguna vez pude hacer lo primero. En lugar de optar por lo convencional de trabajar en un bufete top decidí irme a pasar calor y a ser devorada por mosquitos gigantes en la frontera colombo-venezolana y atender atender a refugiados colombianos en una zona de conflicto. Amé ese trabajo como a pocos.

Regresé a Caracas para trabajar en la Alcaldía de Chacao durante los últimos tres años de gestión de Leopoldo López. Lo que no había todavía aprendido en ACNUR sobre asistir a personas necesitadas de protección, lo terminé de aprender en Justicia Municipal. Mi jefe siempre nos transmitió el valor de trabajar con honestidad, de tratar con respeto y dignidad a nuestros usuarios y de siempre, SIEMPRE mediar con justicia.

Esos eran los valores del Chacao de Leopoldo López, quien el pasado 10 de septiembre fue condenado injustamente a cumplir 13 años, 9 meses, 12 días y 7 horas de presidio por una sentencia política dictada por la Juez Susana Barreiros.

13 - 9 - 12 - 7. Estos son los números de la vergüenza, de la injusticia, de la indignación y de la impotencia venezolanas. 

Junto a Leopoldo fueron también injustamente condenados los estudiantes Christian Holdack, Demian Martín y Ángel González. Christian fue condenado a 10 años. Demian y Ángel a 4 años y 6 meses y los tres con medidas sustitutivas de libertad y régimen de presentación cada 15 días. En ningún caso pudo la fiscalía probar vínculos entre los acusados y los hechos por los que fueron condenados.

Yo me hice Abogado  y me hice adulta en un país con una justicia cada vez más mancillada. Antes de culminar la carrera muchos de mis compañeros y yo nos llegamos a preguntar si valía la pena completar esos cinco años de lecturas interminables, del último repaso lleno

de angustia en los pasillos y cafetines de trasnochos y amanecidas, de materias imposibles sólo para que nos cambiaran las normas según el antojo y la conveniencia de un presidente que de todas formas no las iba a cumplir.

Susana Barreiros y yo tenemos la misma edad. Ambas estudiamos nuestra carrera dentro del mismo contexto socio-político. Estoy segura que mis profesores y los de ella nos inculcaron los mismos conocimientos y los mismos valores para confiarnos la justicia en nuestro país. Yo siempre aposté por usar la ley como herramienta para proteger al débil jurídico, para mantener el orden, para cuidar al Estado de Derecho, porque todavía, incluso viniendo de donde vengo, creo con firmeza en la justicia. Susana en cambio optó tomar un camino acaso menos complicado, que rápidamente le engrosara su cuenta bancaria y le asegurara el beneplácito del gobierno. 

A mí me ha tocado pasar bastante trabajo y por épocas me las he visto negras, pero he logrado lo que soy y lo que tengo por mí misma y gracias a ello. A mí, al igual que a Susana, me tocó formarme presenciando abusos de poder y corrupción, pero también vi a muchos dando el ejemplo y luchando contra eso.  

Es un momento muy difícil para ser Abogado en Venezuela. Peor aún: es un momento difícil para ser venezolano en Venezuela, y sin embargo algunos decidimos asumir la difícil tarea de apostar por Venezuela, incluso hasta el punto, en algunos casos, de sacrificarse de algún modo por el bien común.

Leopoldo es claro ejemplo de ello.

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